Otra forma de morir - Capítulo 1-

Manuel Ángel Lombardo tenía 26 años cuando descubrió la poca estima que tenía por su vida. Nunca lo hemos visto con ganas de morir, ni había despuntado su instinto de autodestrucción, pero tanto nosotros como él, sabíamos que daba lo mismo su existencia o su ausencia. 
No puedo decir que no fue doloroso para Manuel saber que ni siquiera para él mismo su vida era algo más, pero tampoco lo paralizó. Le daba lo mismo dormir que estar despierto, sonreír o dejar caer una lágrima. El estaba siempre en el medio de las cosas pero de alguna manera esas cosas nunca eran de él. 
Lo habíamos visto mal desde su último amor (único amor), el cual no había sido nada del otro mundo, pero lo fue todo. Apagado y liviano, pasaba las horas en el trabajo, o en las reuniones familiares.
Tenía la suerte de ser un tipo bien parecido, y en contradictorio síntoma, para esa época había comenzado a preocuparse un poco por su aspecto. Gastaba grandes cantidades de dinero en ropa, cremas anti edad, perfumes de importación y gimnasios. Seguía una dieta de seis comidas diarias, baja en grasa y sales. Esa nueva forma de vida era muy costosa y gastaba su pequeño sueldo casi en su totalidad. Lo he escuchado decir que no pensaba en el futuro, que el futuro no existe sin dinero, y que por ello no pensaba en nada más que vivir ahora. Pero el ahora no le conformaba, y todos esos cuidados corporales ya no lo satisfacian , sino que los hacía por rutina. Dicho sea de paso, la rutina lo angustiaba pero lo hacía sentir cómodo. 
Un día, algunos observadores, confeccionamos una lista de cosas que había intentado para sentirse bien. La lista era larga y había tenido excito en todo, pero seguía buscando algo. Cualquiera de nosotros, adictos a la felicidad de los idiotas, al cumplir esa lista podríamos darnos por felices para toda la vida. Seguramente festejaríamos con un asado para todos y vino en cantidades. Pero para él era algo más que en realidad era algo menos. Algo menos que le quedaría por intentar para lograr algo, que no sabemos qué.
Algunos decían que había comenzado a fumar para después tener el coraje de abandonar el vicio. Yo creo que fue así, y que como todo, lo logró. 
La lista contaba con cuestiones como, bajar de peso, ponerse en forma, hacer nuevos amigos, conocer muchas mujeres, acostarse con todas las que pudiera, comenzar terapia, leer dos libros al mes, aprender a cocinar, ser buen anfitrión de sus familiares, ocuparse de sus amigos, no cometer infracciones de transito, probar drogas, tener un vicio, dejar el vicio, confesar su amor a una amiga, perder esa amistad y recuperarla, y conocer nuevos lugares.
Con cada uno de esos puntos Manuel Ángel Lombardo cumplió con éxito, salvo con el último de la lista. Conocer nuevos lugares es algo difícil de completar. Los lugares son incontables, el mundo es grande y cambiante. Seguramente ninguno de nosotros ha podido si quiera conocer su cuadra que en seguida cambia. Los vecinos son otros, o son los mismos más viejos.
Estoy seguro que Lombardo, una tarde de café solitario, confeccionó su lista junto a su tristeza y falta de apego a la vida teórica y planeó su muerte. Los relatos que siguen a continuación hablan del plan, y de cómo lo llevó a cabo. 
(Continúa capítulo 2).

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